Venía yo de la SS (no se asusten, que son iniciales para Semana Santa) dispuesto a contar que no me he sumergido en la red durante más de cinco días (y sobreviví); que he estado leyendo y escribiendo bajo el fruncido ceño del cielo seguntino, pero llego y me encuentro con la noticia siguiente: un jubilado griego se suicida frente al parlamento griego.
El pobre hombre, pobre de verdad porque estaba endeudado hasta las cejas, se pegó un tiro. Dejó dicho lo siguiente en un pequeño papel que apareció en uno de sus bolsillos: "Soy jubilado. No puedo vivir en estas condiciones. Me niego a buscar comida en la basura. Por eso he decidido poner fin a mi vida".
También resultan ajenas, de momento, las palabras de condolencia de sus conciudadanos, los cuales fueron también dejando su palabra escrita sobre el lugar del suicido (ver foto). Una de esas notas merece ser includas aquí: "La austeridad también mata".
Así, en frío, y con toda la SS por delante, parece que tal noticia ni fu ni fa. A saber: Cristo a puntito de ser crucificado; la de niños que se mueren de hambre sin poder rebuscar en ningún cubo; la aplastante victoria del Real Madrid sin la ayuda arbitral que siempre tiene el Barca, etc. etc.
Porque el suicidio de este señor tiene cifras y nombre (el nombre lo pondré lo último), pero los números que hablan siempre de los mercados y otras entidades abstractas son algo así en Grecia: una reducción en las pensiones de hasta un 20% en algunos casos. Así, en bruto, no nos dice nada, claro. Pero si a nosotros nos dicen que mañana dejamos de ganar el 20% de nuestro sueldo, ¿qué sentiremos? Nos dicen, que es lo que nos están diciendo, que cada vez somos menos válidos, por nuestro valor, cada vez más barato, y cada vez más cobarde.
Yo iba a hablar de Roal Dahr, y de una colección de cuentos fantásticos suyos, y también de Sergi Pamiés, y de mi relectura de "Debería caérsete la cara de vergüenza". Pero sólo me salía hablar de Dimitris Christoulas.
Salud.
M.L.
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