domingo, 29 de enero de 2012

UN FALLO CON MUCHOS FALLOS

Vaya por delante que uno cree en la justicia a ciegas con mis dioptrías recelosas, lo sea ella o no. Detrás de las reglas del juego que hemos inventado los hombres para sobrevivirnos siempre habrá tramposos, chorizos, fulleros, estafadores, vividores, en fin, parte intrínseca del género humano también. "El hombre sólo juega cuando es libre en el pleno sentido de la palabra, y sólo es plenamente hombre cuando juega", apostillaba Schiller en Cartas sobre la educación estética del hombre (1795).


Traigo la cita hasta aquí a propósito de la sentencia de "un" jurado "popular" (omito nombres para que se entienda como una generalización y para no dar publicidad gratuita a esta cohorte de malandrines). El resultado fue de "no culpable", que no es lo mismo que "inocente" según la ley, pero más allá de resultados quería reflejar la ingente y preocupante cantidad de faltas de ortografía que aparecen en el fallo de dicho jurado. Está escrito a mano (ver la foto), y lo forman líneas y párrafos torcidos donde bailan "b" por "v", o viceversa, "hallas" en lugar de "haya", y las tildes y marcas de puntuación elementales han sido obviadas por el redactor sin ningún pudor aparente. Según fuentes de un diario, el roto podría haber sido mayor puesto que se corrigieron sobre la marcha algunas faltas (un detalle por su parte) visto el aparatoso formato de la resolución de este jurado.



No seré yo quien diga que una persona mejor formada posea un juicio superior a otra. La sabiduría popular procede de un largo camino de oralidad y sapiencia que ha sustituido durante siglos a la formación reglada (sustituido y ocultado también, claro). No obstante (aquí la adversativa es el motivo de esta reflexión) todo juego tiene sus reglas, y son esas las que nos aseguran a todos que tenemos una mínima, remota posibilidad de participar y de ganar, claro. Creo leer que para ser miembro de un jurado hay que disponer de cierta preparación académica, no recuerdo bien si es un mínimo de bachillerato. Se entiende que un un señor/a bachiller ya sabe escribir medianamente bien. Pero para no caer en el snobismo de lo académico, quisiera resaltar dos detalles curiosos. El primero: que no haya concienca de dichos fallos hasta última hora que fueron revisados algunos de ellos (gracias a ese cráneo privilegiado). El segundo: que si uno no es capaz de reflexionar y cuidar su propio lenguaje, ¿cómo va a poder reflexionar sobre el de los demás? ¿Cómo puede emitirse un veredicto lleno de faltas de ortografía y problemas de expresión y redacción? Si esto es así formalmente, es decir, los enormes y repetidos fallos a la hora de darse a entender ¿cómo no imaginar que se tendrán enormes lagunas en la comprensión del discurso de los demás? Y por último ¿cómo podemos juzgar la libertad de alguien si no somos capaces de entenderlo ni expresarlo?


Habría que recordarnos que somos libres gracias a estas reglas que nos hemos impuesto aceptar (de otra forma sólo tendríamos el vivir en la naturaleza, presas fáciles, o seguir en el feudalismo arbitrario). Pero sí que debemos exigir, al menos, cierto escrúpulo para conseguir llegar a la abstracción mediante la reflexión a la hora de aplicar estas leyes, tanto para seguirlas como para cambiarlas si llegase el caso. Porque no sólo nos jugamos la libertad de un hombre, sino la nuestra.



Y volviendo a la tradición popular que me habría ahorrado todo lo anterior: "Bien está lo que bien parece".



Salud

M.L.

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