jueves, 19 de enero de 2012

Todo es silencio


Todo es silencio (Alfaguara, 2010) es una novela de Manuel Rivas (La Coruña, 1957) en la que se presenta una costa gallega mítica y poética con el tema del narcotráfico como trasfondo. Este decorado de trapicheos, que se hace mayor con el contrabado a gran escala, evoluciona y marca las vidas de los integrantes de este pueblo, Brétema, a medio camino entre el ruralismo caciquil y el paraíso perdido al que nunca se podrá volver y del que nunca, sin embargo, podrán salir sus personajes.


El silencio se apodera de todas las acciones, y son más importantes los gestos y la ausencia (uno de los personajes sufre un tipo de desmayos a los que llama "ausencias") que las propias palabras. El personaje del cacique, al que llaman Mariscal, recita en latín esta valiosa sentencia para vivir y sobrevivir: ni ver ni oir nada. Ergo ¿qué se puede decir? Nunca podrán acusarte de mentir, en especial si te fuerzas a no saber...



La prosa de Rivas es delicada en su lirismo y contundente en la exactitud. El ritmo narrativo, incluido el salto temporal, se retuerce sobre sí mismo con numerosas recurrencias espaciales donde los personajes se van definiendo, en especial la orilla de la playa (fantásticos los inversoímiles naufragios que los personajes adolescentes encuentran en ella), así como la antigua y olvidada escuela donde se encuentra tallado un mapa mundi en el suelo por el que viajan ficticiamente sin salir de su pequeño paraíso-jaula controlada por Mariscal.



¿Nos habituamos a vivir en/del silencio? ¿Somos capaces de no entender/no querer hablar/contar nuestro alrededor? Estos personajes tan sometidos al silencio, no sólo complice, sino a su silencio localista de los años 80 del siglo pasado ¿podrían hablar? ¿Quién les escucharía? Entiendo desde mi lectura que sólo nos podemos escuchar a nosotros mismos enfrentándonos a la ardua tarea del viaje, tanto físico como mental. De ahí que cobra especial importancia la abandonada escuela en esta novela, con su mapa mundi tallado en el suelo, ya que permite dar ese salto de un continente a otro, como podemos hacer nosotros con nuestras ideas para poder "viajarlas" para que no trafiquen con ellas.



Salud



M.L.

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