domingo, 15 de abril de 2012

SOSTIENE PEREIRA

Las últimas semanas me he ido encontrando, y atormentando, con el tipo de personaje que Tabucchi presenta en su "Sostiene Pereira" (en Anagrama está en bolsillo, baratito, y creo recordar que es original del año 1995).
Este Pereira, que poco después puso cara y alma el gran Mastroiani, pasa por la vida de puntillas, casi como una sombra de sí mismo, ajeno por completo a la dictadura de Salazar en Portugal, la guerra civil española, en definitiva, sabe "flotar" sobre la realidad sin que nada le salpique. Cauto y prevenido sabe dónde no tocar para no quemarse.
Si en mi último comentario arremetía yo contra aquellos sabiondos que lo sabían todo y no hacían nada para cambiar la realidad, aquí traigo hoy a este Pereira que se dedica a realizar la sección de cultura de un periódico y habla con la foto de su mujer muerta. No es casual que lleve la sección de cultura (la oficial, claro está) y que encargue a un joven idealista las necrológicas de personajes que todavía no han muerto. Este primer rasgo es muy relevante en su personalidad ya que presenta lo mecanizado que está en su trabajo, cómo asume su papel que ayuda a que el engranaje de la dictadura funcione.
El segundo rasgo, el de hablar con la foto de su mujer fallecida, también explica cómo se encuentra en una posición exocéntrica de la vida, donde la literatura y la recreación de esos diálogos le mantienen a salvo de cualquier conflicto.
Y ahí es precisamente donde Pereira aparece tan abundantemente en nuestros días, en nuestros entorno, en nuestro rellano de escalera. Mucha gente piensa que esa forma sensata de acatamiento de lo que nos sucede es una muestra de inteligencia (igual que la de los sabiondos) y que así se permiten sobrevivir, que no la subsistencia.
Sin embargo, la grandeza de Pereira es llevar la contraria a esa domesticación del "listismo" generalizado, demostrando que lo natural en el hombre es el riesgo, desafiando cualquier traba social que se le imponga o se autoimponga. Esa llamada al poner en riesgo nuestra vida por querer cambiar la realidad es lo que nos convierte verdaderamente en hombres con corazón animal en lugar de seres manipulados como títeres.
Un abrazo a Tabuchhi donde se encuentre en nuestras memorias.
Salud.
M.L.

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