Buenas salenas,
uno de mis propósitos para el nuevo año ha sido el estudiar/leer/curiosear la filosofía griega clásica. ¿Por qué? Pues no lo sé. Últimamente me asaltan deseos que no evito, así que me soy infiel a mí mismo. Por ejemplo: hace un par de años me dio por leer a Witold Gombrowicz y todavía no sé explicarlo. Ni el porqué de aquello ni el porqué de Witold Gombrowicz.
De entre autores griegos (me dejo a los Platones y demás para el postre) me he entretenido algo más con cuatro nociones, para gafotas como yo, sobre Epicúreo. Y me he encontrado con ese "jardín" donde el sabio se aísla del mundo para encontrar la felicidad (Fray Luis de León, Felipe González y sus bonsáis...). Además de perseguir la ataraxia como sinónimo de equilibrio emocional, me ha sorprendido lo que tiene de negatividad (un Adorno) esta escuela para alcanzar un fin digamos positivo. Resulta curioso, entrañable, sorprendente cómo fomentan acercarse al dolor y al miedo para conocerlo, desmontarlo y, cual llave de judo, sacar lo mejor de ese peor. Por otro lado, interpreto unas reminiscencias orientales/budistas/ en sus deseos de prescindir o de rebajar el deseo y las pulsiones básica (todas, todas, todas...).
Esa felicidad reside, entre otras cosas más complejas y mucho más griegas, en no turbarse, en permanecer imperturbable. Pero, como anunciaba en el titular de esta entrada, vivimos en un mundo variado/multicultural/guay del Paraguay etc., en el que mas que turbarse, la humanidad entera y, por ejemplo Fuenlabrada en particular, debería de ser enormemente feliz gracias a la ataraxia colectiva de renuncia y pasividad general. Es verdad que Epicúreo también habla de que no hay que buscar sólo lo bueno porque aquello que proporciona felicidad fácil acaba volviéndose en algo malo/negativo para la persona a la larga.
Es a través del conocimiento de lo que nos deprime y asusta como llegaremos "epicúreamente" a ser felices. Dicho de otra manera, si somos capaces de abrir la puerta del armario, entonces, el monstruo no nos dará miedo. Pero y si... ¿nosotros somos los que estamos dentro del armario, es decir, somos el monstruo al que hay que entender y comprender y del que no asustarse?
Dejo abierta la reflexión para que nos turbemos o más... que nos turbemos...
M.L.