Inventar, crear, ir haciendo memoria, ser parte de ese continuo y ser memoria haciéndonos. Esta es la atractiva baza hermenéutica del libro de Daniel Pennac, Mal de escuela, Mondadori, 2008. Su lectura es un alegato contra los métodos pedagógicos escolares que esquilman y segregan a los individuos en listos, tontos, etc. ¿Qué es saber? ¿Tiene que servir para algo? ¿Para qué? El libro, a modo de autobiografía, DUDA y recuerda los años del autor como mal estudiante, mal productor me animo yo a decir, es decir, no producía lo que se le exigía que produjese. Y sin embargo, años después, acaba siendo profesor de secundaria y autor literario de éxito en Francia.
La escuela como un lugar ¿de productividad? Sin duda nos encontramos en esa encrucijada económica y social de lo mesurable. No hay más que observar la realidad educativa para darnos cuenta de cómo lo que se persigue son resultados ¿objetivables? sobre los ¿logros? y ¿rendimientos? académicos. Resulta DUDOSO que un sistema educativo se evalúe y justifique en porcentajes cuando las inversiones en él han ido disminuyendo a lo largo de los últimos años (1.800 millones de euros menos sólo en 2011 aproximadamente).
La lectura de Mal de escuela refresca el mundo de la imaginación como lugar de memoria por hacerse, no por repetir y repetir en un examen oral o escrito tal o cual material.
M.L.